jueves, 14 de enero de 2010

Felpudo (1/?) 13 Perversiones.

Dramáticamente iluminado bloque de oficinas de Bangkok
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Una noche no más fría que otras, ni más oscura que la de ayer o la de mañana, una avenida poco transitada, un bloque de apartamentos, un portal claro, perfectamente iluminado, un ascensor, una puerta y el frío felpudo de "Bienvenido" a sus pies. Dentro, un niño duerme plácdamente y ajeno a la ruleta de la vida en la habitación del fondo, su hermana chatea con sus amigas en su habitación y una mujer repasa los títulos de los lomos de una decena de libros que, muy pacientemente, han estado esperando unas manos que pasen sus hojas en íntimo secreto. La cocina recogida, ya impoluta tras las cenas preparadas. Es bastante tarde. La puerta del apartamento no se abre, ni nadie espera que lo haga. El teléfono no suena, ni nadie piensa que lo vaya a hacer. Nadie espera a nadie. Un ramo de flores marchitas, en un jarrón sobre una mesita bajo la ventana, decora el comedor. Una nota cuelga de uno de esos tallos que, no hace mucho, estaban llenos de vida. Pequeña. Semiabierta. Se abre una puerta. La mujer se asoma al pasillo con un par de libros en la mano. Es la hija. Las amigas se deben haber rendido al reloj. Tiene sed. Cruzan la mirada accidentalmente. La hija se acerca bajando la cabeza y la apoya en el pecho de su madre. Una mano le acaricia el pelo. Los dedos se entremezclan en una larga y lacia melena. Una respiración entrecortada se intuye como antesala del inminente sollozo. Media vuelta hacia la cocina. Un vaso de agua. De nuevo rumbo silencioso a la habitación. Dos libros en una mano, en la otra un mentón preocupado. Un cuerpo con la espalda sobre el marco de la puerta del comedor. Segundos. Minutos. Silencio. Rendición. Camino al dormitorio. Es muy tarde. Se abre la puerta de la habitación, pero nadie pasa, nadie entra. Se cierra de nuevo. Despacio. Segundos. Minutos. Un sofá en el comedor. Silencio... Suena el despertador. Una nueva mañana que organizar. El tiempo es corto, la escuela espera a los niños. La hija se espabila sola, salvo discusiones matutinas sobre presuntas prioridades en el orden de acceso al baño.

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