miércoles, 16 de octubre de 2013

Amenaza

Hace unos días trataba de escribir en la barra de un bar. Intentaba que el desorden con el que cargo cuando no sé bien qué decir fuese imperceptible para el resto de clientes hasta que un viejo bajó de su taburete y se me acercó. Mi primera intención, claro, fue la de ignorarle, pero se detuvo a mi espalda en un ridículo silencio que su costosa respiración malograba. Tras unos segundos de incertidumbre, mis ojos fueron en su búsqueda estirando de mi cabeza y de mi tronco en su dirección hasta mirarnos fijamente a menos de un bolígrafo de distancia. Y esperé. Porque, si bien no habíamos pactado nada con antelación, el próximo movimiento le correspondía a él y yo no pensaba alterar el extraño orden que las cosas se encaprichan en tener. Así que esperé. Cuando consideró que ya me había permitido lo suficiente observar desde muy cerca el cansancio en su iris me pidió permiso para hacer algo en una de las hojas que cubrían la zona de la barra que tenía colonizada. Le ofrecí mi bolígrafo y le indiqué un hueco en el que podía escribir o dibujar lo que quisiese. Se apoyó en la barra de tal forma que me impedía ver lo que hacía con mis papeles. Unos segundos después, antes de incorporarse, dio la vuelta a la hoja, me miró, me devolvió el bolígrafo, me aseguró que cada día piensa en lo que me ha escrito y se despidió.
Lo que dejó escrito es lo de menos, quizás, pero, con muy mala caligrafía, fue esto:
"¿Dónde mueren los sueños? En un lugar llamado MIEDO."

Ah, sí, también dejó pagado mi café.
Nighthawks, Edward Hopper

lunes, 23 de septiembre de 2013

Sed

Katerina Bodrunova
Me gustaba de ella su nobleza. Una nobleza terca, pétrea, indestructible. Me seducía su entusiasmo para con los asuntos más triviales, una pasión casi contagiosa y siempre cautivadora. Sin embargo, sólo el tiempo me ha hecho ser consciente de algo mucho más poderoso aún: su ingenuidad, a la que blindé sin saberlo. Porque el tiempo me ha demostrado que la de ingenuidad es la sed que peor tolero. No una ingenuidad femenina vista por un hombre, no, en absoluto, sino una de verdad, cierta. Una necesaria, animal. Y así la convertí en la fuente a la que recurría con frecuencia, agazapado, silencioso entre mis sombras, para procurarme un respiro. Necesitaba de esa ingenuidad y hubiese bebido de ella, más aún, me hubiese extinguido en ella, de haber tenido la certeza absoluta de que no la echaría a perder.

domingo, 28 de julio de 2013

Biografía

Hoy hay un crío que está aprendiendo que jugar se escribe con cinco letras, igual que joder, pero eso ya lo sabrá, y que aún se ayuda de la otra mano para estirar tres en lugar de cuatro años y es perseguido por un pato de habitación en habitación mientras responde cuánto se ha divertido hoy en clase y un rato después le pregunta a su madre si el abuelo estará bien allá dondequiera que haya ido mientras lo dibuja y le pinta los pelos de un canoso azul.

A ese mismo crío hoy le gustaría saber si Lucía se pone tan nerviosa como él cuando están juntos porque no la ve mirándolo de reojo tras cada tontería acumulando el rojo en las mejillas y mientras repasa los ejercicios de mañana piensa que nunca se reiría de su hermano pequeño como hace con Jordi su hermano mayor.

Un crío que ni sabe cuántas respuestas diferentes ha dibujado en el aire ante la misma pregunta de siempre sobre la forma de ganarse o perderse la vida cuando sea aún más mayor y está convencido de que puede mirar ya con la gravedad de un hombre gracias a Isabel y que acabará estudiando para ser más indispensable que útil.

Y ese crío pierde hoy el trabajo de mierda para el que llegó a estudiar durante veinte años pero no la hipoteca entre la que un día pretendió vivir con Sandra y una niña a la que ve menos de lo que querría y odia a un hogar que nadie compra ni por menos de nada sirviendo poco más que para acumular las reclamaciones que el buzón vomita con una prestación que no evitará el desahucio.

Para ese crío el ahora es ya sólo un traje curtido con su propia piel que constriñe cada paso, es una inspiración convertida en un soplo cada vez más débil y cada vez más último, una maraña de tropiezos, es un sol que no irradia más que sombras con las que no se distingue un horizonte en el que respirar. Para ese crío el ahora sólo pasa por una puta ventana del sexto piso.

lunes, 29 de abril de 2013

Huellas


He ido aprendiéndolo, pero me lo he guardado tan adentro como me ha sido posible. No tenía ganas de romper nada más. He preferido esperar, escudriñar cosas en las que no había reparado hasta justo después de enterarme, sin saber cuando fue.


Ha cambiado todo desde entonces en mí. Ahora sé, como nunca antes supe, que las cosas son finitas. Puedo asegurar que ha cambiado el valor que de ellas tengo. Mis recuerdos ahora son imprecisos, pero casi puedo tocarlos, saborearlos. Prefiero callar. Recuerdo huellas. Hendiduras inesperadas, que son las únicas que pueden quedar. Nada las deja teniéndolo como objetivo, ni en mí habrían quedado si hubiese perseguido tal propósito. Ahora las respiro y me alegro de tener marcas de verdad que llevarme de todo. No hay propósito del que dependa su profundidad, tan sólo presencia, haberlas vivido sin atropellos, con la sinceridad que debieron merecer para haberse ganado el estar hoy conmigo.
Muchas noches quise que empezara la mejor y peor de mis marcas. Hoy, si me esfuerzo mucho, no recuerdo más que un puñado de ratos agradables de tanto como lo deseaba, pero justo tras el objetivo de la entrega se deslizaba lo que sí hubiese perdurado. Así me he cansado de perseguir, de ver mi piel sin las máculas que me he ganado, de heridas que son más palabras que nada convertidas en curiosidades para otros, o, peor incluso, en hazañas. Ya no. Así, ya no.


martes, 23 de abril de 2013

Gestos bajo la ceniza

Aquí me tienes,
trocado en aquel pájaro kafkiano
absorto en la insaciable búsqueda de ti,
mi jaula.

Voy a rondarte
como carroñero que soy;
tan pronto sombra de tus pensamientos
como lo soy también de tus caderas;
y es que así nos resarcimos:
tú cumpliendo mi anhelo de guiarme,
una a una, sin excepción, por la totalidad de las trampas con las que has accedido a sembrar el extrarradio replegado tras el que torpemente te salvaguardas,
y yo sometiéndome soberbio y sumiso, sin rehuir nunca, a todos y cada uno de los cebos que me incitas a morder;
y recorro el filo de tus gestos,
por más que se redoblen,
me retuerzan
o te relaman,
ignorando el manto de cenizas
con las que mi estela nos pueda cubrir,
porque bajo él se cierra un mundo comprensible sólo para el loco que recorre su ciudad.


sábado, 2 de marzo de 2013

Hay ciudad

Hay una ciudad que ya no lo es. Una ciudad de noches. Una ciudad erigida en el hueco de un corazón al que suplanta con callejas de piedra que se muerden necesitadas. En sus esquinas ha grabado las leyes una ciudad intolerante ante un cruce sin vencidos, ante dos calles sin una humillada y derrotada. Es así que esta ciudad mide su salud en emboscadas. Añora algo parecido al día esta ciudad nocturna, por ello elige el relevo entre noches para hacer el recuento de las luces que se funden en el suelo exudadas por su piedra inhabitable. Una ciudad que no se reconoce, no se encuentra y tampoco se sabe. Una ciudad que se crece en sí misma por dentro mintiéndose sobre lo que le gustaría llegar a ser.



Imagen de Nadia Maria

martes, 19 de febrero de 2013

Fragmentos y uno.

"Tengo una gran habilidad para perder. Podría decirse de mí, si no se hace ya, que soy un gran perdedor. El gran perdedor. He perdido mujeres en mi propia casa, incluso en mi propia cama, compartiendo sábanas nuevas. He perdido trabajos antes y después de necesitar un dinero que también he perdido. Me he llegado a perder de tantas formas que he perdido la cuenta. He perdido fuerzas hasta para buscar. Ya no lo hago, ya no busco. Y me siento más fuerte que nunca."

Fragmentos.
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