jueves, 11 de febrero de 2010

Polvo de recuerdos (1/?) 13 Perversiones.

Del mismo modo que no había sitio para más flores en los terrarios de la casa de Ellen y Mark, no cabía más dolor en las almas de Peter, Margarett y Rose, sus adorables, entrañables y queridísimos hijos.
Era relativamente reciente el tiempo en que todavía compartían techo padres y hermanos, hoy solamente Rose y su marido, Kevin, iban periódicamente a visitarlos y compartir mesa en fechas señaladas. En estos encuentros, siempre bien espaciados en el tiempo, se eludía hablar de determinados asuntos o de situaciones muy concretas. Inicialmente se evitaba porque los desagradables acontecimientos, aunque llevaban tiempo gestándose, se habían precipitado demasiado bruscamente como para poder tratarlos con un mínimo de objetividad. Sin embargo, esta actitud se había asentado definitivamente y nadie tenía el suficiente arrojo como para echar a perder la poca ilusión que se escondía tras aquellos eventuales ágapes, más aun, a sabiendas que, lejos de sacar algo positivo de ello, sólo se conseguiría desenfundar los reproches que todos guardaban con celo, además de arrancar las sangrantes costras que intentaban sanar en íntimo secreto compartido. Tan sólo Rose y, en consecuencia, Kevin eran capaces, en la privacidad y el calor de su propio hogar, de desahogarse de tanta opresión y angustia. Eran, no obstante, intentos infructuosos de despojarse de la pena, ella lo sabía con rotundidad y por experiencia, pero no desistía en su empeño, impelida más por una necesidad inconsciente que por un éxito que conocía harto improbable. Kevin tenía perfectamente asumido su papel en esos momentos, y se limitaba a acompañar a su esposa durante esos accesos de ira y amargura, esforzándose, cada vez con menor intensidad, en que su esposa aceptase las terribles circunstancias que había vivido y que atormentaban su existencia. (...)

2 comentarios:

mareva mayo dijo...

Este rato leyéndote ha sido un entrar en una especie de autopista, con clubs de carretera y estaciones fuera de servicio, un mirar una mesa llena de papeles con enfermizas palabras que encienden fuegos en este absurdo seguir sobre la vida...

un placer haber caído por aquí

Panto dijo...

No hay vehículo más idóneo que la mente para circular por carreteras de toda índole.

Muchísimas gracias por tus palabras.

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