martes, 6 de julio de 2010

Paradojas

Paradojas. Las paradojas me resultan perturbadoras y apasionantes, quizás, precisamente, por perturbadoras. Mediante una situación absurda, ilógica o extrema, nos presentan la esencia de una contradicción. Todos tenemos capacidad para entenderlas, pero la paradoja necesita levitar por encima de la lógica. Se nutre de la tensión que genera con su planteamiento, emerge de la abstracción, florece con la entrega a sus razones. El primer paso, no obstante, es comprender sus bases, el resto viene por sí solo.



Jugué pensando en la Paradoja de Schrödinger, un ejercicio mental en el que se supone a un gato compartiendo el interior de una caja opaca con un mecanismo que, en un momento concreto, provocará que el felino tenga un 50% de posibilidades de sobrevivir y las mismas de perecer. No hay término medio. Nosotros, como observadores, conocemos cuando ha llegado el momento crítico y concreto, pero desconocemos totalmente qué ha pasado finalmente con el gato. Una de las teorías que buscan la resolución de esta paradoja defiende que el animal, una vez que el mecanismo reacciona, está a la vez vivo y muerto, compartiendo un plano de la realidad que solo trascenderemos en el momento de comprobar el interior de la caja. Es este el momento en que el ejercicio adquiere su verdadera magnitud ya que es la fricción, la tensión entre contradicciones,  la razón de ser de cualquier paradoja. Cuánto más nos abstraigamos en su resolución, más vida le daremos.



El tratar a la libertad de forma paradójica fue lo que me incitó a crear el Soneto Libre. La primera paradoja, y más evidente, es tratar sobre la libertad en la antítesis de su significado como es un soneto y su corsé métrico. El contenido debería ilustrar sobre mi visión de la libertad individual, que comparto con el alemán Erich Fromm, y que espero haber hecho comprensible para quien pueda leerlo, aun con algo de esfuerzo al ser una paradoja en sí mismo.



Si alguna figura debiese representar a cualquier paradoja, no creo encontrar ninguna más adecuada que el símbolo taoísta taijitu (Yin-Yang). En él se representan tres fuerzas. Por un lado dos fuerzas opuestas, a la par que complementarias, condenadas a luchar eternamente entre sí gracias a una tercera fuerza llamada "de conciliación", cuyo importante fin es el de conseguir que la tensión no decaiga nunca, que no se disperse. Idéntico funcionamiento que el de una paradoja con su abstracta tensión y planteamiento.



Expuesto lo anterior, y sabiendo que el individuo es realmente libre en tanto en cuanto renuncia a su libertad, estoy decidido a hacer el liberador ejercicio de disipar cualquier duda sobre si en mi interior hay algo vivo, rogando que no sea un gato, porque me provocan alergia, y descartando de antemano la posibilidad de estar embarazado.

1 comentario:

Olaia Grande dijo...

Lo paradójico es que la ignorancia nos hagas más libres y nos empeñemos en saber.

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