He ido aprendiéndolo, pero me lo he guardado tan adentro como me ha sido posible. No tenía ganas de romper nada más. He preferido esperar, escudriñar cosas en las que no había reparado hasta justo después de enterarme, sin saber cuando fue.

Ha cambiado todo desde entonces en mí. Ahora sé, como nunca antes supe, que las cosas son finitas. Puedo asegurar que ha cambiado el valor que de ellas tengo. Mis recuerdos ahora son imprecisos, pero casi puedo tocarlos, saborearlos. Prefiero callar. Recuerdo huellas. Hendiduras inesperadas, que son las únicas que pueden quedar. Nada las deja teniéndolo como objetivo, ni en mí habrían quedado si hubiese perseguido tal propósito. Ahora las respiro y me alegro de tener marcas de verdad que llevarme de todo. No hay propósito del que dependa su profundidad, tan sólo presencia, haberlas vivido sin atropellos, con la sinceridad que debieron merecer para haberse ganado el estar hoy conmigo.